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Sex coaching: ¿Un profesor en tu cama?

Imaginemos la escena: una pareja está haciendo el amor, de pronto se escucha una voz suave, pero firme: “así está muy bien, chicos, no se agiten tanto, respiren hondo… Vos (por la mujer que está arriba del hombre), acercate un poco más hacia el torso de él… Así, ¡muy bien!… ¿Sentís cómo él te roza?” Ella, entre gemidos asiente: “¡Sí, sí, sí!”

La escena bien podría corresponder a la filmación de una película porno, sólo que en este caso no son actores de cine clase XXX, sino gente común interesada en mejorar su performance erótica. Ellos han decidido, por cuenta propia o por sugerencia de un sexólogo, contratar un coach especializado en la materia.

 

El sexo acompañado

Contratar un coach sexual requiere de una necesidad concreta no patológica (problemas de relación, desarrollo de habilidades eróticas, etc.) y un acuerdo mutuo (en caso de vínculo). Hay que estar convencido de que sus aportes pueden ser beneficiosos para uno mismo y para la pareja.

Las formas de ayuda del sex coaching son variadas: están los que se limitan a dar consejos para trabajar en la intimidad, otros que intervienen por teléfono o skype durante el encuentro, y están los que apuntan a una terapia de shock dando indicaciones “in situ”.

El coach sexual evalúa, observa, guía, indica y sugiere. Lo hace siempre “desde afuera”, es decir, no tiene contacto corporal con sus clientes.

 

Las mujeres adelante

La moda del sex coaching se expande por el mundo, luego de que Nueva York fuera la plataforma de lanzamiento de este recurso de ayuda. Las mujeres son las más interesadas y quienes más solicitan sus servicios. Ellas van siempre a la par de los avances en materia sexológica, quizás por sus anteriores postergaciones, quizás por la necesidad de romper con inhibiciones y enriquecer el género.

Las mujeres son las primeras en pedir ayuda por sufrir problemas en la conquista, disfunciones sexuales, y/o en el despliegue de habilidades eróticas. Ellas convencen a sus parejas de la asistencia que puede brindarles un profesional.

Sin embargo, hasta el momento, parece que acudir a un coaching sexual es costoso. Según datos actuales, son las mujeres independientes, profesionales y empresarias quienes han salido a dar testimonio de las ventajas de esta técnica.

 

El coach sexual tiene historia

Desde la década del 60, con el desarrollo de la sexología como ciencia, se fueron implementando algunos tratamientos asesorados por una persona formada en terapias sexuales como guía. Las prescripciones o “tareas para el hogar” se daban en el marco del consultorio para que las parejas las realizaran en la intimidad.

Poco más tarde, con los vientos de libertad y las ganas de aventurarse, fueron apareciendo en California los primeros grupos de trabajo en erótica. Consistían en reuniones de varias parejas a quienes se les indicaba ejercicios para realizar en la intimidad, para luego comentar con el terapeuta y el resto de los participantes.

Algunos terapeutas más audaces se animaron a las sesiones grupales. Incluyeron diferentes técnicas de relajación, contactos corporales entre todos, uso de cremas y alimentos para embadurnarse, estímulos musicales y olfatorios.

Hoy el sexo y la sexualidad han vuelto a ocupar un lugar de prioridad en la subjetividad y en la vida de relación. Se sabe más, se difunde, se escucha, se comparte y se mejora.

 

Coaching sexual y sexólogo clínico

Existen diferencias entre el coach sexual y el sexólogo clínico. Como hemos dicho, el coach es una persona formada en sexología que asiste a personas sin patologías, pero con problemas en el desarrollo de los recursos eróticos (desconocimiento de las zonas erógenas, creencias erróneas, falta de sincronía para encontrarse, dificultades para tomar la iniciativa, sexo esquemático o rutinario, etc.).

El sexólogo, en cambio, es un profesional psicólogo o médico que hace una evaluación minuciosa del trastorno: disfunciones sexuales, parafilias, relaciones disfuncionales, entre otros. Solicita estudios e implementa un abordaje y un encuadre con entrevistas individuales y vinculares. Brinda “tareas para el hogar”, con indicaciones precisas para mejorar el contacto. Si es médico, y si el trastorno lo amerita, puede prescribir fármacos.

Lo más apropiado sería que el coach trabaje bajo la supervisión de un sexólogo.

 

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Por Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.


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