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Las discusiones deben saber manejarse para no herirse ni lastimar la autoestima, y por supuesto, sin maltratarse …

“Ya sabías que era así cuando nos conocimos”. Esto es un claro ejemplo de agresividad pasiva. En vez de corregir los errores propios, intenta hacer a su pareja responsable de sus debilidades. Antes de pasar la pelota al otro hay que parar un momento y pensar en lo que esta frase dice acerca de uno mismo. Algo así como: “Me niego a crecer como persona y me opongo al cambio”.

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¿Estás seguro de querer dar esta imagen de ti mismo? ¿tienes intención de poner en peligro tu relación? Si la respuesta es no, te toca admitir tus errores y probar con esto: “Sé que a veces no soy fácil de llevar, pero trataré de cambiar”.

“Eres perfecta al 95 por ciento”. Incluso si la intención era hacer un cumplido, estas palabras tendrán efectos contraproducentes. El destinatario en vez de sentirse halagado/a no puede dejar de preguntarse porqué no consigue la máxima puntuación y quizás incluso llegue a convertirse en una obsesión. ¿La lección? Intentarlo con afirmaciones positivas que no puedan ser mal interpretados o utilizados en tu contra. Prueba con lo siguiente: “Eres la mujer de mi vida”.

“En eso no te parece nada a mi ex”. Es normal comparar a tu pareja con un ex de vez en cuando, pero no es muy aconsejable hacerlo en voz alta. Ten cuidado y muérdete la lengua cuando tengas la tentación de mencionar su nombre durante una discusión. No sólo es cruel, también puede poner en riesgo tu relación actual. Huye de las discusiones sobre ex, incluso cuando los ánimos se hayan caldeado.

“Supongo que entonces no hacemos nada juntos”. Todas las parejas discuten, no vale la pena hacer un escándalo de ello, como tampoco sirven de nada soltar comentarios hirientes. ¿De verdad quieres tirarlo todo por la borda porque tu novio no ha sacado la basura o se le ha olvidado que no te gustan los champiñones?

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Si la respuesta es no, deja de hacer sangre y lanzar mensajes amenazantes por cosas insignificantes. Reserva el lenguaje bélico para cuando realmente quieras romper.

“No estás gorda, quizás algo ‘rellenita”. La honestidad no es recomendable cuando se trata de mujeres y peso. Esta es una de las pocas ocasiones en que se justifica la mentira piadosa. Una pequeña distorsión de la realidad evitará que hieras a tu pareja donde más le duele.

Si no te ves capaz, cambiar de tema es otra posibilidad para salir airoso. Prueba con: “tu pelo es precioso”, “ese vestido te queda genial” o “¿Esos zapatos son nuevos?”. Lo que sea con tal de alejarse de la zona de peligro o irás directamente camino a la destrucción.

“¡Eres una inepta en la cama!”. Si las cosas en el dormitorio no son como esperabas, esto no van a resolver el problema. Burlarse las artes amatorias de tu pareja y de su desempeño bajo las sábanas es cruel y despiadado.

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Incluso si hubiera un ápice de verdad en esta frase, bien podría significar el fin de tu relación. Sé más súltil y delicado y toma la iniciativa: prueba a cambiar de posición, propón algo diferente… la recompensa será mucho más satisfactoria. ¿Qué es lo peor que le has dicho tu pareja? ¿Y qué te han dicho a tí que te haya sentado mal?