Trasplante total de cara y 50 operaciones a mujer que el marido roció con ácido del diablo
NUEVA YORK._ De la enfermera Carmen Blandin Tarleton, residente en un poblado de Vermont y de 44 años de edad, no quedó casi nada.
Su marido, el afroamericano Herbert Rogers, en un endemoniado arrebato de celos la golpeó docenas de veces con un bate y luego le roció la cabeza, la cara y todo el cuerpo con ácido del diablo, quemándola en más del 90%.
Quedó ciega y tuvo que ser relucida en el hospital bajo un coma inducido. En los primeros días de su estado crítico los médicos no le aseguraron la vida, pero la mujer se levantó.
Luego de eso tuvo que ser sometida a numerosas operaciones de los ojos con las que los especialistas le restauraron parcialmente la vista.
Posteriormente visitó el quirófano en 50 ocasiones para recibir trasplantes de piel, hasta que finalmente, hace unos días, los cirujanos lograron hacerle un trasplante de cara, gracias a la generosidad de una donante.
El brutal ataque ocurrió en julio del 2007 en medio de una discusión entre la enfermera de raza blanca y su marido, un afroamericano (negro). La última operación duró 50 horas y en ella participó un equipo de 30 profesionales médicos.
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El de la enfermera, es el quinto trasplante de cara que realiza el doctor Pomahac en el Hospital General de Boston, donde ella fue intervenida.
Informó que Carmen se está recuperando muy bien y es probable que la cara donada le funcione completamente. Añadió que la apariencia de la enfermera no coincidirá con la de la muerta que donó el rostro.
El cirujano dijo que la familia de la donante pidió mantenerse en el anonimato, pero en un comunicado difundido a través del Banco Regional de Donantes, dijo que el espíritu de la difunta vivirá a través de Carmen y otros tres receptores de órganos que recibieron también donaciones.
El marido de la víctima se declaró culpable el miércoles 11 de febrero del 2009 a cambio de una sentencia de entre 30 a 70 años en la cárcel.
En un libro que había escrito la enfermera sobre su recuperación relata que conoció a su victimario en Los Angeles con el que se casó y regresaron a Vermont, donde el matrimonio comenzó a deteriorarse rápidamente.
Procrearon dos hijos y en la audiencia de lectura de la sentencia de su agresor, ella dijo que lo había perdonado.
